– Cómo vio Elvira Vargas a Poza Rica (1938)
Por Mario A. Román del Valle/ informatePR
A principios de 1938 el sindicato petrolero y las grandes trasnacionales extranjeras estaban envueltas en un largo y complicado litigio legal. Desde la creación del STPRM (agosto de 1935), el organismo sindical había venido intentando que las compañías aceptaran firmar un único y avanzado contrato colectivo de trabajo.
Sin embargo los directivos de las empresas habían utilizado tácticas dilatorias y recursos legales para evitar dicho compromiso jurídico laboral. En octubre de 1936 había estado a punto de estallar una gran huelga nacional en la industria petrolera, la cual se evitó por la intervención medidadora del propio Presidente Lázaro Cárdenas. Los sindicalistas aceptaron que se entablara un conflicto de orden económico, el que resolvería si las empresas estaban capacitadas para responder a las múltiples demandas de mejoras laborales y de aumento salarial que pedían sus trabajadores.
En diciembre de 1937, después de un amplio y exhaustivo estudio económico que realizaron los peritos nombrados por la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, se determinó legalmente que las trasnacionales petroleras habían obtenido enormes ganancias económicas, que en ocasiones habían evitado el pago de impuestos por medio de chicanadas, que tales empresas eran subsidiarias de poderosos truts mundiales que dominaban el mercado petrolero internacional y que, en fin, se hacían «guajes», señalando que les iba muy bien en México, que por supuesto podían pagar los aumentos salariales hasta por 26 millones de pesos anuales.
Este fue un caso rarísimo en nuestro país, en el que las autoridades laborales le dieron toda la razón a la parte obrera y en el que se denunció, de hecho, que las compañías extranjeras habían sobreexplotado a sus trabajadores, además de depredar un recurso tan valioso como el llamado oro negro.
En la prensa nacional se inició un intenso debate acerca de cuál era la situación real, social y laboral de los obreros de la industria petrolera. Y hay que afirmar con toda claridad que las poderosas empresas petroleras extranjeras lograron «comprar» no sólo a muchas plumas de periodistas de prestigio, sino incluso a la mayoría de los más importantes diarios de la capital del país y de varias ciudades del interior de la República.
Así, en periódicos como El Universal, Excélsior y La Prensa evidentemente apoyaron la posición intransigente de las empresas. Tanto los editoriales como los reportajes y las notas hacían referencia a la «desmesura» de las peticiones obreras, destacaban que las huelgas y los paros laborales perjudicaban a todo el país y empezaron a calificar a los obreros petroleros mexicanos como seres «privilegiados y mimados» por ciertos elementos rojillos del régimen cardenista (1).
El periódico oficial El Nacional tuvo, en cambio, una postura de franca solidaridad con los trabajadores. En sus espacios informativos no se atacaban las acciones sindicales y en cambio se advertía que las empresas petroleras mentían en sus declaraciones, ocultaban datos a las autoridades y desafiaban abiertamente al gobierno cardenista (2). En este periódico participaban como columnistas varios brillantes intelectuales que tenían claras simpatías con las medidas progresistas, revolucionarias e izquierdistas del Presidente Lázaro Cárdenas. Y una de sus principales reporteras era una joven e inquieta periodista llamada Elvira Vargas, la cual, como estudiante preparatoriana había participado activamente en la huelga de 1929, que dio a la autonomía a la Universidad Nacional Autónoma de México. Desde 1930 había trabajado como reportera en varios medios de información de la época (3).
En esas andaban, cuando el 6 de febrero de 1938 viajaron en un pequeño y endeble avión bimotor, varios importantes personajes con destino a un lugar aislado, inhóspito y muy poco conocido, pero que denominaban como POZA RICA.
Encabezaba la pequeña comitiva el licenciado Antonio Villalobos, jefe del Departamento del Trabajo del gobierno cardenista, el cual había sido invitado por los dirigentes de la sección 30 para que visitara el campamento veracruzano y observara por sí mismo las terribles condiciones de vida y de trabajo de los asalariados pozarricenses (4).
Villalobos era acompañado por el gobernador de Veracruz, Miguel Alemán Valdez, por el secretario general del STPRM, Juan Grey, y por la periodista Elvira Vargas.
Los sindicalistas petroleros habían organizado esta visita de Villalobos a Poza Rica, con el propósito de que el principal responsable de la política laboral del gobierno, entendiera y apreciara de cerca cuál era la realidad social, económica y laboral de los trabajadores petroleros del país. Y escogieron precisamente a Poza Rica porque en este lugar eran visibles y dramáticamente contrastantes las diferencias sociales entre los dirigentes extranjeros de la industria y los humildes obreros mexicanos.
La periodista de El Nacional viajó con la consigna de elaborar ágiles y objetivos reportajes sobre lo que viera en la tierra del petróleo, como identificaban a Poza Rica en la capital del país. Elvira Vargas elaboraría trabajos periodísticos que fueron diseñados con una redacción clara y descriptiva; y que fueron considerados como reportajes de gran calidad. Tanto así que terminaron por convertirse en la base de un futuro libro editado por el mismo diario (5).
Elvira Vargas registró, asombrada, en sus reportajes, las terribles condiciones existenciales en que vivían los obreros petroleros y sus familias, en medio de lodazales, jacales miserables, paludismo, insalubridad, alcoholismo y sobreexplotación.
Reproducimos a continuación una breve parte de lo escrito por aquélla valiente y prestigiada periodista mexicana cuando visitó Poza Rica en 1938:
«Poza Rica, región fecunda en la producción de petróleo de la República, ha sido campo privilegiado, donde se desarrolla una de las más rudas luchas entre la clase trabajadora y la empresa extranjera «El Águila».
(…) Volamos exactamente ya sobre el campo petrolero. Por diversos puntos se levantan, lamiendo el espacio las altas llamas de los «quemadores». Columnas de humo denso y negro hacen creer al que por primera vez viene a esos campos, en un fantástico incendio de los bosques. Numerosos tanques de almacenamiento, edificios de plantas industriales diseminados por todos sitios, la angosta tira de la vía, por donde incansables corren los «calamasus» de transportación y de carga; chimeneas negras, y altas torres que parecen enclavar su garra en la entraña rica de la tierra, se ven desde las alturas.
No haré un largo historial de la vida de esta región y del origen de los diversos aspectos de la producción, el trabajo y el capital, usando de datos estadísticos. Será una reseña periodística de lo que se ve cuando se recorre en todas direcciones el campamento. Cómo lucha y cómo vive la gente, qué quiere y qué exige con todo derecho. Y con esta descripción, será posible, tal vez, formarse un juicio sobre la necesidad imperativa de que la justicia llegue a los hombres olvidados que aúnan sus esfuerzos en este rincón de la Patria enfrentándose al imperialismo extranjero».
NOTAS
1.- El trabajo de la maestra universitaria Alicia Gojman, «La expropiación petrolera vista por la prensa nacional y extranjera», (México, Petróleos Mexicanos, 1988), proporciona elementos valiosos sobre el papel que jugaron los distintos periódicos y revistas de México y del extranjero en el llamado conflicto obrero petrolero (1936-1940).
2.- Ibid.
3.- Vid. Humberto Mussachio, «Diccionario Enciclopédico de México», México, l992.
4.- Vid. Mario Román, «Historia social de los trabajadores petroleros de Poza Rica, 1932-1940».
5.- El pequeño libro de Elvira Vargas, «Lo que vi en la tierra del petróleo», (México, El Nacional, 1938, 61 pp.), forma parte de la biblioteca personal del autor y valdría la pena que las bibliotecas de nuestra ciudad se preocuparan por contar con ésta y muchas otras obras valiosas de la nada breve historiografía sobre Poza Rica, el sindicalismo petrolero y la industria del oro negro.