– La muerte de Heriberto Kehoe Vincent
Por Rodrigo Vidal Padilla/ informatePR
El asesinato de Heriberto Kehoe es «el resultado de tantas injusticias, represión, corrupción y falta de democracia en nuestra organización».
Movimiento Nacional Petrolero.
El 28 de febrero de 1977 amaneció nublado. Lo que ocurrió a las 10 horas frente al restaurante “El Chalet” desencadenó la tormenta de una lucha por el control del sindicato obrero más poderoso del país, el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana: el asesinato de Heriberto Kehoe Vincent.
Dos años antes trabajadores petroleros publicaron documentos del enriquecimiento ilícito de Kehoe, entre ellos recibos que extendió a la caja de contratistas de obras de la Sección 30 por intereses y a cuenta de mayor cantidad por préstamos hechos para el financiamiento interno y al 1.5 por ciento mensual. Tan solo en 1972, expidió recibos por los conceptos anteriores por 82 mil pesos, de aquellos años.
Esto ocurrió en el marco de la reelección de Heriberto Kehoe en la Secretaría General de la Sección 30, como un escalón para llegar a ser el Secretario General del STPRM, como finalmente sucedió.
Kehoe surgió en la política sindical petrolera en Poza Rica quince años antes de su muerte. Rápidamente se hizo de poder y gran fortuna. Estuvo estrechamente vinculado al grupo de «La Quina» Hernández Galicia, hasta que lo enfrentó. Fue diputado local, presidente del Frente de Resistencia de Unidad Sindical —grupo creado por Pedro Vivanco—, presidente del comité pro-tecnológico, presidente de la caja de ahorros, accionista de la comisión de contratos, coordinador político de la zona centro e inspector fiscal.
Querido por unos, repudiado por otros. Muere a manos de Antonio Madrigal, victimario y víctima en un instante, quien el 12 de enero de ese año recibió la noticia de que había rescindido su contrato por un pleito con Víctor González Ramírez, protegido de Oscar Torres Pancardo.
Extrañamente pese a ser desempleado nunca se quedó sin dinero.
Esa mañana llovía. Kehoe Vincent llegaba de la ciudad de México en un avión propiedad de PEMEX acompañado de su esposa María del Carmen Amezcua Vázquez y su hija Mónica. Existen versiones que indican que también su pistolero Amado Navarrete venía con él.
Hizo un cambio de planes y decidió desayunar en el Chalet, al parecer a petición de Oscar Torres Pancardo. De acuerdo con el libro Un Crímen Imperfecto, de Othón Arroniz, Oscar Torres fue llamado a Ciudad Madero “y de ahí regresó a Poza Rica con una preocupación que externó a su asesor y consejero: ‘me dice la Quina que hay que eliminar a Donaciano y al güero Kehoe”.
No desayunó, solo tomó café. Salió del restaurante y atendió las demandas de un numeroso grupo de trabajadores petroleros. Primero llamó a Mauro Melo Barrios, del Consejo de Vigilancia para tratar el asunto de un obrero.
De pronto, sale al escenario Madrigal, quien observaba el movimiento desde la esquina. Se acerca, toma del brazo a Heriberto y acciona el arma que llevaba en la mano derecha. “Kehoe se agarró a ambos lados de la cabeza a la altura de la oreja y así se fue doblando poco a poco hasta que cayó al suelo”, según la declaración de Luis Padilla Macías, Secretario del Interior, que consta en el Expediente Número 289/977 de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Veracruz.
Madrigal continuó disparando antes de ser detenido y golpeado por la multitud. Las balas alcanzaron a Oscar Torres y Mauro Melo. Nadie vio quien acabó con la vida del victimario. Y si lo hizo, encubrió.
El epílogo lo marca la muerte de María de Jesús Mendoza, madre de Madrigal, un día después de su sepelio.
La muerte de Óscar Torres Pancardo
“Oscar, yo siempre te dije que en el sindicato había compadrazgos y corrupción. Por eso moriste”, gritó el jubilado Enrique Erensuam en el centro de la sala mortuoria, donde velaban a Oscar Torres Pancardo.
Opiniones encontradas expresaron quienes tuvieron la suerte, o desgracia según fue el caso, de colaborar con el humilde panadero que se convirtió en dirigente petrolero y amasó un afortuna de más de 500 millones de pesos, detalla Luis Velásquez en una nota del semanario Proceso de la época.
“Fue un héroe cuya vida será una luz para defender la autonomía, el prestigio y la limpieza del sindicato petrolero”, declaraba Sebastián Guzmán Cabrera, dirigente en aquel entonces de la Sección 10.
“Ejerció una política represiva y divisionista, nos trató en forma déspota y soberbia y dejó un pueblo inconforme por falta de obras», expresó el dirigente del sindicato de empleados municipales de Poza Rica Miguel Ángel Álvarez Gómez, al hablar del desempeño de Oscar Torres como alcalde.
«Pancardo dejó en el poder a una camarilla de dirigentes enriquecidos de la noche a la mañana, como todo mundo sabe en esta ciudad», comentaba Germán Barrón Calderón, quien tenía 17 años ininterrumpidos como mecánico en la comisión de Contratos de la Sección 30, hasta que Torres Pancardo lo despidió.
El 18 de marzo de 1977, dos semanas después de la muerte de Heriberto Kehoe Vincent, fecha en la cual anunciaría la jubilación de Joaquín Hernández Galicia “la Quina”, Oscar Torres Pancardo declara: “mi vida también puede ser cortada”.
Así ocurrió. Fue en un accidente automovilístico el 8 de septiembre de 1983, a la altura del kilómetro 168, de la carretera federal México-Poza Rica, en las cercanías de Villa Lázaro Cárdenas, Puebla.
Volvía de una reunión en el Sindicato, en la Ciudad de México. En su auto viajaban el chofer Noe Cruz, antes empleado de Kehoe, quien según la primeras versiones se suicidó al ver el cuerpo sin vida de Oscar Torres; y las mujeres Laura Nava y María Vela, la primera de 18 años murió prensada en la parte posterior del auto.
Solo María Vela sobrevivió. Ella, junto con Torres Pancardo y Noe Cruz salieron disparados del auto cuando se impactaron con un camión que salió repentinamente al camino.
Detrás los seguía dos automóviles, eran sus guardaespaldas.
El jefe de peritos del Ministerio Público de Poza Rica, Antonio Figueroa, realizó tres pruebas periciales para detectar elementos que demostraran que Noe Cruz se suicidó, pero no encontró nada.
«La búsqueda de plomo, la aplicación del hisopo con una solución buffer y la aplicación de una solución acuosa de rodisonato de sodio resultó negativa», apunto en su informe. Pero después de las presiones de los guardaespaldas de Pancardo que sostuvieron la versión del suicidio de Noé Cruz “al ver la magnitud del desastre porque le era fiel a su jefe”, Antonio Figueroa se retractó.
Aun cuando la versión del accidente no convenció a muchos, entre ellos la propia madre de Torres Pancardo: “yo no creo que haya sido un accidente como dicen”; colaboradores cercanos del ex dirigente petrolero, entre ellos Emérico Rodríguez García descartaron que se trató de un asesinato, de otra manera “ya estaríamos como sabuesos siguiendo a los culpables”.
No fue sino hasta la detención de la Quina, el 10 de enero 1989, que lo involucraron oficialmente en éste y en el asesinato de Heriberto Kehoe Vincent, ocurrido 11 años atrás.
Pero la revista Proceso publica que posterior a la muerte de Torres Pancardo, “en Ciudad Madero, Joaquín Hernández Galicia trataba de convencer a un grupo de reticentes petroleros. No querían como secretario general de la sección 24 a Víctor Deschamps. Se lo decían claramente. No cedían ante la imposición del líder.
La Quina soltó un comentario: ‘ya agarramos al Trampas y ya confesó, porque nos quería inmiscuir a Chava y a mí. Se nos estaba complicando con eso de que nos mataron al Güero Kehoe. No, perdón, a Torres Pancardo”.