Cultura mesoamericana (Foto: Jorge Huerta E.)
Cultura mesoamericana (Foto: Jorge Huerta E.)

– Mesoamérica

POR ZOILA MARTÍNEZ CORTÉS/ informatePR

La reflexión sobre la historia invita a un recorrido por un camino inhóspito de veredas que conducen a lugares distintos. Tratando de trazar un marco de análisis en específico como lo es el pensamiento mesoamericano, evito muchas de las ramificaciones en las que puede derivar dicho tema, sin embargo, me es imposible dejar de lado un panorama general de lo que la vertiente mesoamericana ha generado en un México en construcción. En otras palabras el objetivo del presente escrito es mirar a un pasado que no ha muerto.
Según Samuel Ramos carecería de fundamento suponer en México, ya no la existencia, sino aun la mera posibilidad de una cultura de primera mano, es decir original, porque sería biológicamente imposible hacer tabla rasa de la constitución mental que nos ha legado la historia. No nos tocó venir al mundo aislados de una civilización que sin ser obra nuestra, se nos impuso, no por un azar, sino por tener con ella una filiación espiritual. En consecuencia, es forzoso admitir que la única cultura posible entre nosotros tiene que ser derivada. (Ramos: 1951:20)
En México existen dos vertientes culturales: la mesoamericana y la occidental. El actual territorio mexicano, gracias a la presencia de del hombre en estas tierras, se produjo una civilización, la mesoamericana con sus propios valores, sistemas de creencias y formas de vida. Explicar el pensamiento autónomo que se desarrolló en mesoamerica [región cultural y geográfica que abarca aproximadamente, al norte, desde el río Pánuco al Sinaloa pasando por el Lerma y al sur desde la desembocadura del Montagua hasta el golfo de Nicaragua (Bonfil: 1987, 29)] antes de la colonización en confrontación con la cultura occidental nos ayuda a comprender más ampliamente al México de nuestros días, para llegar a esto sintetizaré en un breve esbozo los valores mesoamericanos y occidentales.
El principio del pensamiento mesoamericano es el de la dualidad, es decir, el ser está formado por opuestos complementarios y ésta continua alternancia implica que no hay un absoluto, dicha esencia dual se hace presente en todos los ámbitos de la vida mesoamericana. Por ejemplo: en la manera que le otorgaban atributos a sus dioses, resaltando la esencia dual de estos, en su forma de ver la vida como un momento y la muerte como otro. De igual forma no separaban la teoría del saber práctico, relacionando siempre al trabajo con el placer, en su lenguaje, etc. En síntesis el otro es considerado como necesario, de lo cual se deriva la primacía de la comunidad o del comunitarismo. Establecen también una relación amorosa con la naturaleza ya que la perciben como la madre. “Todo es digno”.
Para definir al sujeto occidental antes de la conquista de América debemos remontarnos al renacimiento, época ligada a una ruptura de la concepción de la edad media. Una serie de acontecimientos marcan una nueva visión del hombre y su relación con la otredad. Este periodo se caracteriza por un potencial creativo del ser humano dentro de las artes, la ciencia, etc. (circunnavegaciones, inspiración poética). Lo que da origen a un sujeto individual y autónomo y aventurero. El ser se percibe como un todo, poseedor de capacidades que lo hacen digno y auténtico.
Después de este breve esbozo tanto del sujeto mesoamericano como el occidental comenzaré la reflexión que me atañe.

La cultura occidental trajo una nueva religión a nuestro continente (Foto: Jorge Huerta E.)


Simone Weil advierte que la adquisición de conocimientos hace que nos acerquemos a la verdad, cuando se trata del conocimiento de lo que se ama y en ningún otro caso. Esta afirmación se asemeja a mi opinión ya que poseo un interés en particular por comprender la cultura en México. Tarea nada sencilla si pretendemos observarla desde un sinnúmero de ópticas posibles, que a menudo son mera pérdida de tiempo, lo que me ha llevado a no simplemente observarla desde una estructura metodológica sino a vivir la cultura mexicana en la medida de lo posible. Esto origina un grado de percepción de la realidad que invita a incidir en ella.
Samuel Ramos señala que la opinión popular no ha sido justa en condenar a la cultura mesoamericana como culpable de muchos fracasos nacionales. Importa dilucidar claramente esta cuestión, porque también el desprecio de la cultura mesoamericana puede acarrear tan serias consecuencias como el desprecio por la realidad mexicana. (Ramos: 1951, 21)
Sólo haría falta agregar algo a la aseveración que hace, también ha sido injusto evaluar a la cultura occidental únicamente como dañina y perjudicial hacia la nación mexicana. Si bien no se puede negar que en la época colonial ocurrió una fuerte irrupción a la civilización mesoamericana y que durante muchos años del México independiente se ha hecho una construcción, basada en la imitación a occidente, de un México imaginario; tampoco se puede negar la situación actual de México donde la mayor parte de los mexicanos somos un híbrido derivado de dos o más culturas.
El curso pasado de Pensamiento Mesoamericano ha generado en mí ciertas reflexiones de lo que fue México hace más de 3000 años antes de Cristo. El comienzo, esplendor y negación de una civilización que fue y sigue siendo tan rica como muchas otras y cuya presencia sería imprescindible no reconocer.
“Los testimonios de ese largo proceso civilizatorio nos rodean por todos los rumbos: siempre tenemos frente a nosotros un vestigio material, una manera de sentir y de hacer ciertas cosas, un nombre, un alimento, un rostro que nos reiteran la continuidad dinámica de lo que aquí se ha creado a lo largo de muchos siglos. No son objetos, ni seres, ni hechos mudos: persistimos en no escucharlos”. (Bonfil: 1987: 32)
Las voces mesoamericanas siguen hablándonos a través de su arte, de sus formas de vida y sobre todo dentro de nosotros mismos. Y creo distinguir una voz que nos habla del reconocimiento y no la negación de lo que ha sido y sigue siendo. Ver al indígena como un hermano y de igual forma al occidental. Uniendo y diferenciando. ¿Cómo es posible unir y a la vez diferenciar? Estudiar la historia de los pueblos o de las razas y entender los largos y difíciles procesos en los que se ha forjado la identidad, nos coloca en una base o punto de partida en donde una serie de acontecimientos inevitables o no, sucedieron. Aprender del pasado implica reconocer las bondades y deficiencias provocadas por nuestros ancestros. Lo que nos compromete a seguir creando un futuro posible. Cuando hablo de unir y diferenciar me refiero, por una parte, a reconocer al otro no tanto como un ajeno sino como lo que es: otro. Descartando valores ciegos para una cultura ya cimentada. Ver como un espejo a la otredad.
Muchos autores han abordado el tema de la multiculturalidad desde diversos puntos de vista, en mi caso puedo jactarme que dicha opinión proviene casi directamente del estudio de los valores mesoamericanos, poseedores de una gama extensa de enseñanzas a las cuales no solemos escuchar.
Por lo demás el tema es extenso y las ideas no parecen tener principio y fin así que cierro por ahora el presente ensayo esperando retomarlo posteriormente. (marzo/2005)

BIBLIOGRAFÍA
• BONFIL BATALLA, Guillermo. México Profundo. Una Civilización Negada. Ed. Grijalbo. 1987, México D.F.
• RAMOS, Samuel. El Perfil del Hombre y la Cultura en México. Ed. Espasa-Calpe, 1951, México D.F.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here