– Desaparición de poderes por vez primera en Poza Rica por el asesinato de Altamirano
– Caen Salas Castelán, Vivanco y el “benefactor” J. Merino para el libre esclarecimiento del crimen
Por Marisol Figueroa Meza/ informatePR
Poza Rica, Ver.- “Estábamos durmiendo, era como las 12 y pico de la noche, llegó la enfermera María Romero, conocida por todos nosotros, tocó a la puerta, mi mamá se levantó y abrió, le dijo que se cambiara porque mi papa había sufrido un accidente, nos levantaron y llevaron con una familia que vivía enfrente para pasar la noche, empecé a oír la revuelta de la gente que pasaba, que corría. Había mucho movimiento”.
“La casa de mis vecinos era antigua con ventanas grandes, por lo que me levanté en la cama para poder ver por la ventana que era lo pasaba, porque presentía el peligro, “sentía que algo le había pasado a mi papa”, recuerda Nadia Haydee Altamirano Herrera hija del Alberto J. Altamirano, la noche que acribillaron a su padre.
La muerte de periodista fue una experiencia dolorosa que marcó las vidas de su esposa Clara Herrera, Viuda de Altamirano, quien no se separaba del ataúd de su esposo asesinado, víctima de un gran nerviosismo, sólo expresaba en aquel el entonces “pido Justicia eso es todo” (Periódico “El Mundo” de Tampico 30 de julio de 1960).
Mientras sus hijos; Sergio Abdías Altamirano Herrera y Nadia Haydee Altamirano Herrera han tenido vivir con la ausencia de su padre que aún no han podido superar. Aún les es difícil explicar y aceptar este suceso, pues les generó temores “a veces imaginarios y otros reales “comenta Sergio Abdías, así como la marginación de lo que fueron objeto por ser, ahora, los “hijos del periodista asesinado”.
El fraude vivido en las elecciones de 1958, en donde quedó electo como presidente municipal Manuel Salas Castelán, candidato del PRI, ocasionó la inconformidad por dicha imposición y esa misma tarde hubo un mitin de protesta que congregó a unos 10 mil pozarricenses.
Fue la noche del 28 de julio 1960, cuando empezó la lucha de la familia Altamirano, explica Nadia Haydee Altamirano Herrera, quien a petición de su hermano tuvo que continuar relatando; “al siguiente día nos llevaron con una tía que vivía enfrente de la Díaz Mirón, donde estaba el cuerpo de mi papá, cuando pasamos estaba lleno de soldados, helicópteros, reporteros, rodeado de tambores, las escuelas pararon, no se podía pasar, mi mamá estaba en estado de shock, la gente le preguntaba pero no podía responder, lloraba a lado de mi padre y le pedía que se despertara”.
“Aunque éramos niños estábamos muy asustados, por que empezaron a llegar reporteros, helicópteros y soldados y más soldados, no se podían entrar a la casa, era una cosa horrible”, hubo muchos lazos de solidaridad entre el pueblo, porque estaba fresco el movimiento de inconformidad por la imposición de Manuel Salas Castelán como presidente municipal de Poza Rica.
El ataúd fue llevado en hombros y tras él, el pueblo y periodistas con una leyenda que decía “He aquí la liberta de prensa en Poza Rica” , los medios de comunicación exigían, lo que era un clamor general, el esclarecimiento del asesinato del periodista por lo que en varias ocasiones se prepararon caravanas de protesta en donde se congregaba más de 6 mil personas, incluso el secretario general del Sindicato de redactores de la prensa José Luis Parra , dirigió un telegrama al presidente de la república Adolfo López Mateos para exigir justicia, movilizaciones que generaron el temor de las autoridades ante un movimiento adverso.
El asesinato a escasos 40 metros del periódico “El Diario” de Poza Rica, donde laboraba el periodista Alberto J. Altamirano como administrador y columnista, el 28 de julio 1960, originó un gran interés a nivel estatal y nacional, debido a las circunstancias políticas de ese momento, de sindicato de reporteros, estudiantes de la Universidad de Veracruz, Xalapa, Monterrey quienes indignados dieron seguimiento a la muerte de Alberto J. Altamirano.
Salas Castelán y Pedro Vivanco, acusados
Lo que siguió al asesinato fue una dura batalla de la familia y del periódico “El diario”, cuando se desató la guerra de tensiones y se está en busca de los asesino, la esposa y Ricardo Barrios, Director del periódico “El Diario “declararon que los autores responsables eran Manuel Salas Castelán y Pedro Vivanco García, dado que Alberto J. Altamirano se lo había comentado a su esposa; “no te asustes si alguien día aparezco muerto por que así están las cosas, si algo me pasa hago responsables Castelán y a Vivanco”, le habría dicho.
Las causas de la muerte de Altamirano, en primera instancia se dijo que había sido por motivos pasionales, ya que según las autoridades murió en la entrada de la casa de su amante, justo cuando iba a entrar, por lo que se suponía que familiares de “Magdalena Garay” habían dado la orden, ya que, él, a través del periódico había presionado a un hermano del esposo fallecido para que regresara a un hijo que tenía en carácter de secuestrado.
Sin embargo, por las circunstancias políticas de aquel momento, la rivalidad entre los dos grupos; lo que estaban con Jaime J. Merino y los que buscaban la democratización del sindicato decían que el móvil era político, “se dijo que había muerto por que sabía demasiado”.
El 6 octubre de 1958, en el acto represivo que posteriormente se le llamó “la matanza de los Goyos”, Altamirano “había quedado atrapado dentro del recinto sindical en donde había apreciado quienes dispararon al grupo que se manifestaba en contra Jaime J: Merino y Manuel Salas Castelán, por lo que era un testigo peligroso”. Sus hijos argumentan que no saben con precisión si escribió sobre ello.
Sabía demasiado
Adolfo López Mateos, presidente de la república en ese entonces hizo una visita a Poza Rica. Los familiares de los asesinados en aquel fatídico 6 de octubre de 1958 le dieron al periodista Alberto J. Altamirano un pliego acusatorio mencionando los nombres de quienes había disparado y en contra de quienes, pues ya que era periodista podría atravesar la valla de barrera de protección y llegar al presidente López Mateos “se lo dieron por que era periodista y se lo entregó a López Mateos”, eso a criterio de su hijo fue el detonante del asesinato.
El gobierno Federal, siendo presidente Adolfo López Mateos, preparaba un proceso indagatorio que sería contundente en contra de Pedro Vivanco García, dirigente de la sección 30 del STPRM y Manuel Castelán, por lo que las declaraciones de Altamirano serían importantes para armar una investigación.
Los actores intelectuales en voz de la Sra. Clara Herrera viuda de Altamirano, eran Pedro Vivanco García y Manuel Salas Castelán, corroborado por familiares, así como el director del periódico y otras voces autorizadas, quienes expresaban que el día en que fue la matanza de los “Goyos” había sido amenazado con una pistola en la boca.
Todo apuntaba a Salas Castelán y Vivanco como autores intelectuales, pero culparlos era atentar contra el sistema corporativo de Poza Rica, del estado y del país, el sistema era corrupto, al servicio de los poderes del caciquismo, preparaba al culpable que más le conviniera, las acusaciones en contra de Pedro Vivanco causaron la división de los petroleros en pro y en contra del líder de la sección 30 que inclusive persiste hasta el día de hoy.
Asesinatos S.A.
Las investigaciones fueron una comedia, continúa Sergio Abdías, La prensa se mofaba al darse cuenta de que se habían prefabricado a autores intelectuales, culpando a Ignacio Neri Soberán y Juan Herrera Trejo quienes se declararon culpables del asesinato, pero daban motivos poco creíbles, fueron detenidos y después puesto en libertad.
El asesinato de Alberto J. Altamirano generó cambios dentro del sindicato, así como dio la pauta para reanimarla la lucha de los que se hacían llamar “Comité Cívico de los Derechos del Pueblo Pozarricence, que tenía como uno de sus dirigentes a Isidro Capitanachi, incluso hubo quienes pedían la destitución del gobernador Manuel M. Quirazco, a quien le reclamaban no solo la muerte de Altamirano sino de otros 3 periodistas.
Desaparición de poderes
La comuna pozarricence renunció, esto para facilitar el esclarecimiento del asesinato del periodista, nombrándose en su lugar un órgano colegiado al que estaba al frente Luis Vázquez O` Farril.
Después del asesinato que marcó la existencia de Sergio Abdías y Nadia Haydee Altamirano Herrera quienes a los 8 y 7 años de edad quedaron desamparados. “Era terrible, por cualquier cosa llorábamos, afirman, nos marcó por que hubiéramos querido a un padre al lado, nosotros no elegimos que lo mataran». La vida regresó a la normalidad, no para ellos quienes tuvieron que enfrentar “una especie de discriminación” por ser representantes de una herencia de un mal destino, porque tanto su padre como su madre declararon en contra de hombres poderosos de aquel entonces.
Sin embargo, la familia recibió apoyo de amigos, y otras personas que se habían enterado de los hechos ocurridos por medio de la prensa nacional, como el muralista mexicano Gerardo Murillo, mejor conocido con el “Doctor Atl”, quien mandó a traer a la viuda a México para regalarle un cuadro para que lo vendieran, porque les dijo que admiraba a Altamirano por su lucha en contra de los caciques.
De igual manera, años después, han tenido que enfrentar diversos problemas, pues siendo regidor por el PRD (que en ese entonces representaba la izquierda), Sergio tuvo que afrontar a la administración de Enrique Basáñez, quienes querían nombrar a la calle “Puebla”, “Jaime J. Merino”, “mis entrañas se revolvieron porque sabía quién era Merino”, defendiéndose con la popular frase de Adolfo López Mateos quien dijo “en mi gobierno no habrá ni Merinos ni Ladrones” hizo desistir a las autoridades.
Cuando pensaban que las heridas habían cerrado en 1974, mientras comían Nadia Haydee Altamirano Herrera y su mamá, Clara Herrera Viuda de Altamirano, encendieron el televisor en el programa de Jacobo Zabludowski, quien entrevistaba a Jaime J. Merino, en donde sólo alcanzaron a ver al final de la entrevista, le preguntó que tanto había tenido que ver en la muerte del periodista Alberto J. Altamirano, respondiendo que “se había dicho muchas cosas equivocadas”, además de anunciar su visita a Tuxpan en donde si podía hacer algo por sus hijos, lo podían ir a ver, impactando nuevamente a su madre quien le prohibió ir en busca de Merino.
Durante la entrevista en la sala de la casa de Nadia Haydee y su hermano Sergio Abdías Altamirano Herrera quien explicó que para la cual tuvo que releer los periódicos de aquella época, se mostraron afectados al relatar los hechos ocurridos hace 46 años y recalcaron que nadie ha efectuado algún homenaje en memoria de su padre a pesar de la expectación que generó en aquella época a nivel nacional. (junio/2006)